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miércoles, 24 de agosto de 2016

Chau, Roberto.



Simultáneas de Miguel Najdorf en febrero de 1941, Roberto está sentado a la derecha junto a su cuñado Chocho Quenard, bajo Urbano Eyras y cerca de un joven Lucio Eyras.



Con su amigo Urbano Eyras en Bariloche, fines de los 50's.



Un collage de Hagen a través de los tiempos.

Roberto Hagen se destacó como jugador y dirigente, con una notable longevidad vivencial y  ajedrecística. Muy a pesar de haber comenzado tarde su juego ciencia, aprendió en las horas libres del Estudio Eyras & Quenard, cuando se cerraban las carpetas y los expedientes y se empujaban las maderitas sobre los tableros.
El confesaba ser un jugador de media tabla, pero, desde sus inicios competitivos en 1938, ascendió rápidamente a la primera categoría al año siguiente, llegando en el correr de los años a disputar 16 Torneos Mayores, habiendo alcanzado la 3ª colocación en los de 1942 y 1943. Así, por méritos propios y con una iniciativa que lo mostraba siempre disponible, representó a nuestra ciudad en numerosos cotejos por equipos, y aquí siempre se destacó. Quizás su espíritu solidario lo hacía jugar aún mejor en representación de nuestras entidades. En esta especialidad disputó al menos 58 encuentros contra aficionados foráneos, obteniendo 34 puntos y ocupando, durante el correr de los años, todos los tableros entre el primero y el octavo.
Como dirigente supo también manejar todas las riendas de un muchas veces desbandado tropel, destacándose como Secretario en la época de la presidencia de Urbano Eyras, y como Presidente, cuando la secretaría era ocupada por Carlos Drake.



El 3 de setiembre de 2015, su primer día de los bien vividos 100 años.



Una postrer partida, el 13 de abril de 2016.


Conozco a Roberto Hagen desde que nací, ya que él trabajaba en el Estudio de mi abuelo, Urbano Eyras, desde un cuatro de siglo antes.  Como esa labor no era nada más que eso, sino una verdadera amistad, recuerdo haber dormido de niño en sus brazos en alguna noche pasada bajo el muelle de Santa Teresita, esperando que bajara la marea para seguir el viaje de hombres a San Bernardo.
Cuando recién me asomaba al ajedrez, entre un abuelo que tomaba mate con los trebejos y la lectura de unas viejas ediciones entre las que descubría que a mi amigo le habían publicado algunas partidas en la revista “Enroque!!” de Necochea, me asombraba que fuese el mismo a quien yo le ensuciaba los papeles con tinta de sellos y mecanografiados.
Pasado el tiempo la profesión nos volvía a juntar en los Tribunales o a través de un tablero, o en un acta del Círculo, o en varios viajes compartidos.
Siempre seguimos cerca, tanto que en mí confió varios de sus tesoros : fotos, libros, recuerdos.
Resolvió irse diez días antes de cumplir sus 100 y hoy comenzamos a extrañarlo.


Carlos E.A. Drake

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